La comisión de toponimia de algunos municipios italianos quiso inmortalizar a personalidades de la historia reciente, cuyas acciones han inspirado nobles ideales de paz, no violencia y amor por el prójimo; así tenemos calles, plazas y parques que llevan los nombres del Papa Juan XXIII, John Kennedy, la Madre Teresa de Calcuta, Martin Luther King, Mahatma Gandhi. Pero también hay calles que llevan el nombre de Yitzhak Rabin, “político israelí, hombre de paz”[1], pues vale la pena recorrer la edificante biografía de esta ilustre personalidad, que se convirtió en un icono de la tolerancia y la pacífica convivencia humana.
Yitzhak Rabin comenzó su carrera en el Palmaj, la fuerza de combate judía establecida en 1941 por el ejército británico y la Haganá en preparación para la invasión de Siria y Líbano, que en ese momento estaban bajo el control de la Francia de Vichy. En julio de 1948, como comandante adjunto de la Operación Dani, que involucró a cuatro brigadas de las Fuerzas de Defensa de Israel, Yitzhak Rabin firmó la orden de expulsar a la población árabe de las ciudades palestinas de Ramleh y Lydda; en 1967, cuando era jefe del Estado Mayor del ejército, participó igualmente en las masacres de prisioneros de guerra árabes; en 1987, durante la primera Intifada, Rabin – entonces ministro de Defensa interino – recordó a los soldados del “ejército más moral del mundo” que su deber era “romper los huesos” de los jóvenes manifestantes palestinos. A raíz de las elecciones de junio de 1992, que le permitieron formar un gobierno laborista después del de derecha presidido por Yitzhak Shamir, un ex terrorista de la Banda Stern, Rabin declaró que estaba listo para desempeñar el papel de “moderado”, pero sin hacer concesiones sustanciales a los palestinos. Tras las elecciones de junio de 1992, que le permitió formar un gobierno laborista – después de aquel de derecha liderado por Yitzhak Shamir, un antiguo terrorista de la Banda Stern -, Rabin declaró que estaba dispuesto a desempeñar el papel de “moderado”, pero sin hacer concesiones sustanciales a los palestinos. De hecho, entre 1992 y 1993 continuaban las negociaciones y que conducirían a los Acuerdos de Oslo, Rabin pudo asentar a medio millón de colonos judíos en los Territorios Ocupados, acelerando la colonización de manera decisiva. El número anual de obras de construcción, que entre 1993 y 1994 fue de 480, aumentó a 1800 en 1995. En su último discurso público, antes de que un compatriota piadoso lo elevara al empíreo de los mártires de la paz, Rabin fue explícito: “A los palestinos – dijo – les daremos cualquier cosa que sea menos que un Estado”, es decir, ninguna soberanía real, ningún control fronterizo, sin garantía para el derecho al retorno. Su plan tenía previsto que el régimen sionista mantuviera el dominio sobre Palestina desde el Jordán hasta el Mediterráneo.
El 10 de diciembre de 1994, el Primer Ministro Yitzhak Rabin y el Presidente de la OLP, Yasser Arafat, recibieron el Premio Nobel por sus esfuerzos cumplidos en el proceso de paz del Oriente Medio, que culminó en los Acuerdos de Oslo. Junto con ellos, el Premio Nobel fue otorgado al ministro de Relaciones Exteriores israelí Shimon Peres, quien un año y medio después, como primer ministro de un gobierno laborista, autorizó la operación “Uvas de la ira”, durante la cual la Fuerza Aérea israelí llevó a cabo una incursión en Qana contra una base de UNIFIL (la fuerza de paz de las Naciones Unidas en el Líbano), donde ochocientos civiles habían buscado refugio. En el atentado (18 de abril de 1996) murieron ciento dos personas y ciento veinte resultaron heridas.
Antes que a Yitzhak Rabin y Shimon Peres se les otorgue el Premio Nobel de la Paz, éste fue concedido en 1978 al primer ministro del régimen sionista, Menachem Begin, signatario de los Acuerdos de Camp David. En la larga carrera de este último, que comenzó en las filas de Betar, destacan dos hazañas célebres: el atentado con bomba contra el Hotel Rey David de Jerusalén (22 de julio de 1946), que causó noventa y un muertos de diferentes nacionalidades, y la masacre de Deir Yassin (9 de abril de 1948), llevada a cabo por los terroristas judíos del Irgún y la Banda Stern por encargo del propio Begin. Ciento siete civiles palestinos – hombres, mujeres, ancianos y una treintena de niños[2] – fueron exterminados en una acción que contribuyó a sembrar el terror entre la población local y los empujó a buscar refugio en los países árabes vecinos.
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Ante el genocidio cometido en la Franja de Gaza y la sensación de horror que se extendió por todo el mundo, los mismos círculos internacionales y los mismos hombres de gobierno que por diversas razones (étnicas, políticas, empresariales o ideológicas) siempre se han solidarizado con la judaísmo internacional y con el régimen colonial sionista, han advertido, con algunas excepciones de partidarios indefectibles, la necesidad de protegerse de la ola de reproches suscitada por Israel. Incluso dos organizaciones no gubernamentales israelíes: B’Tselem y Physicians for Human Rights Israel (PHRI) han publicado dos informes separados, donde acusan al gobierno de Netanyahu de genocidio contra la población palestina de la Franja de Gaza[3]. La propia Corte Penal Internacional, por su parte, ha emitido una orden de detención contra el primer ministro Benjamin Netanyahu y el exministro de Defensa Yoav Gallant, acusándolos de crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos en la Franja entre el 8 de octubre de 2023 (el día después de la Operación Diluvio al-Aqsa) hasta al menos el 20 de mayo de 2024.
La disociación tardía, embarazosa e hipócrita – oficial y formal – de las acciones criminales de Netanyahu y de la soldadesca israelita que, según los prosionistas, podría poner en peligro el consenso acumulado durante ochenta años por el Estado judío y despertar el peligro de un “antisemitismo” resurgente, que recuerda inevitablemente una práctica ritual descrita y prescrita en el Antiguo Testamento. De hecho, leemos en el Levítico que el Sumo Sacerdote “tomará los dos machos cabríos y los presentará ante Yahvé, a la entrada de la Tienda del Encuentro. Echará las suertes sobre los dos machos cabríos, uno ‘para Yahvé’, y otro ‘para Azazel’. Presentará el macho cabrío que haya caído en suerte ‘para Yahvé’ y lo ofrecerá como sacrificio ofrenda por el pecado. El macho cabrío que haya caído en suerte ‘para Azazel’, lo colocará vivo delante de Yahvé, para hacer sobre él la expiación y echarlo al desierto, para Azazel. (…) Impondrá ambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo y confesará sobre él todas las iniquidades de los israelitas, todas sus rebeldías y todos sus pecados; los cargará sobre la cabeza del macho cabrío y lo enviará al desierto por medio de un hombre designado par ello. Así el macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos, hacia una tierra desierta. (El encargado) soltará el macho cabrío en el desierto”.[4].
Así, mientras quieran hacer de Benjamin Netanyahu y Yoav Gallant el chivo expiatorio y el macho cabrío de la situación, Menachem Begin, Yitzhak Rabin y Shimon Peres son evocados como ejemplares “hombres de paz”, más dignos que Benjamin Netanyahu para representar los auténticos ideales del sionismo.
Pero Benjamin Netanyahu, conocido como Bibi, ciertamente no es el único responsable de las “iniquidades de los israelitas”; ni tampoco comenzó el drama palestino con los crímenes cometidos por su gobierno, apoyado por la extrema derecha sionista, por los mesianistas y los llamados ultraortodoxos. Lejos de constituir una excepción aberrante en contradicción con los auténticos ideales inspiradores del sionismo, Netanyahu representa solo la última fase de un proyecto de erradicación étnica que, concebido mucho antes del nacimiento de la entidad sionista, ha sido implementado sistemáticamente por todos los gobiernos de la única democracia en el Medio Oriente: no solo por los de la derecha nacionalista y religiosa, sino también sostenido por coaliciones de izquierda, obviamente “moderadas”.
El Mapai (“Partido de los Trabajadores de la Tierra de Israel”), una fuerza política hegemónica durante varias décadas en la izquierda sionista, nació en 1930 de la fusión del partido marxista Akhdut Ha’avoda (“La Unión del Trabajo”) con Hapoel Hatzair (“El Joven Trabajador”), el otro gran partido sionista de izquierda. Un papel decisivo en la operación política que condujo al nacimiento de Mapai fue desempeñado por el mismo David Ben Gurion que, al proclamar la independencia del llamado “Estado de Israel” el 14 de mayo de 1948, dio paso a la Nakba, la “Catástrofe”: más de 700.000 nativos fueron expulsados por la fuerza del territorio palestino, cientos de aldeas fueron arrasadas, comunidades enteras fueron borradas del mapa. El éxodo forzado de los palestinos no fue consecuencia de la guerra árabe-israelí de 1948, porque su expulsión ya estaba en una etapa avanzada cuando estalló la guerra; la feroz limpieza étnica de Palestina fue en cambio parte de un plan estratégico destinado a crear una mayoría judía homogénea en la colonia sionista. La expulsión de los palestinos de su patria fue precedida por innumerables masacres y matanzas. La de Deir Yassin, llevada a cabo por terroristas enviados por Menachem Begin, es solo la más famosa. En 1948, el año de la fundación del régimen sionista, se llevaron a cabo otras masacres menos conocidas, pero igualmente atroces, como en Tantura, Al-Dawayima, Lydda y Ramla, donde comunidades enteras fueron aniquiladas. Se trató de una operación metódica y sistemática, que tenía como objetivo borrar la presencia árabe de Palestina y reestructurar la geografía étnica del país sobre la base de criterios acordes con el proyecto sionista.
En 1950, fue el gobierno laborista de David Ben-Gurion el que promulgó la “Ley de Propiedad de los ausentes”, que transfirió la propiedad perteneciente a los palestinos expulsados al Estado o a entidades sionistas y les impidió regresar a casa. Entre los principales beneficiarios de este despojo se encontraban los kibutzim, las comunidades agrícolas de inspiración colectivista que se asentaron en las tierras de las aldeas palestinas destruidas.
Otro episodio emblemático de la ferocidad que caracterizó a los gobiernos del “moderado” Ben Gurion fue la masacre de Kafr Qasim, que tuvo lugar el 29 de octubre de 1956: cuarenta y nueve civiles palestinos – hombres, mujeres y niños – fueron asesinados a sangre fría por la policía sionista cuando regresaban de trabajar en los campos, sin saber el toque de queda impuesto a última hora. La masacre, que tuvo lugar durante la crisis de Suez, fue ocultada durante mucho tiempo por el régimen, pero dejó una marca indeleble en la memoria colectiva palestina.
Otro miembro del Partido Laborista, Levi Eshkol, elegido líder de la Mapai a instancias de la renuncia de David Ben Gurion, en 1963 se convirtió en primer ministro y ministro de Defensa. Fue él, el 5 de junio de 1967, quien ordenó la agresión contra Egipto, Jordania y Siria, agresión justificada oficialmente, en un mensaje diplomático dirigido a Estados Unidos, la URSS y Francia, como defensa preventiva… contra un segundo Holocausto. La victoria militar de Israel, que triplicó su área para controlar toda Palestina, fue acompañada por nuevas operaciones de limpieza étnica. “En el Golán, las poblaciones que no habían huido durante los combates fueron expulsadas en las semanas siguientes, con la excepción de algunas aldeas drusas por consideración a los drusos de Israel. Las aldeas árabes del Golán fueron arrasadas sistemáticamente en los meses siguientes. El Golán sirio fue purgado étnicamente el 90% de sus habitantes. En Cisjordania, los combates habían ido acompañados de un éxodo temprano de la población, en particular de los refugiados en 1948. El primer contingente de exiliados (unas 70.000 personas) procedía de los campos de refugiados del Jordán. Durante las operaciones militares, Israel había hecho todo lo posible para facilitar las partidas. Se llevaron a cabo “acciones psicológicas” destinadas a aterrorizar a las poblaciones y empujarlas a irse. Una parte de la ciudad de Qalqilya había sido destruida. Tres aldeas en el corredor de al-Latrun habían sido completamente arrasadas. (…) En la Franja de Gaza, los israelíes empujaron a la población hacia Cisjordania y, finalmente, hacia el otro lado del Jordán. El 15 de junio, mientras discutían las perspectivas futuras, los líderes israelíes también consideraron las transferencias de población de Gaza al Sinaí.[5]. En cualquier caso, el éxodo de 1967 afectó principalmente a las regiones cercanas a la nueva línea de alto el fuego: el Valle del Jordán perdió el 88% de su población, el Golán aún más. En ese año, el número de refugiados aumentó a 250.000; o 320.000, si se tienen en cuenta los “traslados” dentro de los territorios ocupados. En cuanto a Jerusalén, el barrio del Magreb fue arrasado inmediatamente, con el pretexto de que era un agregado de casas antiguas. A partir del 24 de septiembre de 1967, el gobierno de Levi Eshkol autorizó el establecimiento de asentamientos de colonias judías en Cisjordania y el Golán.
Otro miembro del Partido Laborista, Ehud Barak, como ministro de Defensa, dirigió la operación contra Gaza de diciembre de 2008 a enero de 2009 que pasó a la historia como “Plomo Fundido”, durante la cual el ejército israelí utilizó fósforo blanco contra la población civil[6].
Hoy, por lo tanto, Netanyahu, más allá de las diferencias entre los campos de “derecha” e “izquierda”, no hace más que continuar la línea trazada por quienes lo precedieron en el liderazgo de la entidad sionista criminal.
Traducción: Francisco de la Torre
NOTAS
[1] En Padua, un parque y una plaza han sido nombrados en honor a Yitzhak Rabin; las calles que llevan el nombre de Rabin se encuentran en San Martino in Strada (Lodi), Gavardo (Brescia) Arzano (Nápoles), Pignataro Maggiore (Caserta), Bitritto (Bari), Favara (Agrigento), Palermo, en Nuoro.
[2] “Dispararon (…) a un grupo de niños alineados contra una pared, a quienes los judíos acribillaron a balazos ‘solo por diversión’ antes de irse” (Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina, Fazi editore, Roma 2008, p. 117).
[3] ANSA, ONG israelíes, se está cometiendo genocidio en Gaza. Por primera vez, un informe interno señala la responsabilidad israelí. 28 de julio de 2025.
[4] Levítico 16, 7-10 y 21-22.
[5] Youssef Hindi, El conflicto israelí-palestino, Edizioni all’insegna del Veltro, Parma 2024, p. 91-92.
[6] Sobre los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad cometidos por el ejército israelí, véase el informe elaborado al final de la Misión de Investigación establecida por las Naciones Unidas: Richard J. Goldstone, El informe Goldstone sobre los crímenes israelíes en Gaza, Effepi, Génova 2009.
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